Calles (VI)

El madrileño se vio en una plazoleta de tres dobleces, de esas en que los muros de las casas parecen jugar al escondite; pasó a la calle del Cristo de la Calavera que culebrea y se enrosca hasta volver a liarse con la del Locum; vio puertas que no se han abierto en siglo y medio lo menos; balcones o miradores nuevecitos con floridos tiestos; rejas mohosas, cuyo metal se pulveriza en laminillas rojizas; huecos de blanqueado marco, abiertos en el ladrillo obscuro de antiquísima fábrica; vio gatos que se asomaban con timidez y ventanuchos increibles; labrados aleros cuya roña ostenta los tonos más calientes de la gama sienosa; de trecho en trecho, azulejos con la figura de la Virgen poniendo la casulla a San Ildefonso, y por fin llegó a una puerta modernizada, que fue el límite de su viaje.

Benito Pérez Galdós. Ángel Guerra (1891)























Páginas de piedra

Toledo es un magnífico álbum arquitectónico, donde cada siglo ha colocado su página de piedra. Ver a Toledo es leer a un mismo tiempo la historia de España y la historia de la Arquitectura.
Más ricas en monumentos árabes son Córdoba, Sevilla y Granada, en góticas los reinos de León y Castilla la Vieja; pero ninguna ciudad como Toledo lo encierra todo; ninguna como ella puede ostentar juntamente grandes obras de todos los tiempos y de todos los períodos del arte. Y consiste en que Toledo es una ciudad diez veces histórica, que diez veces ha resucitado de sus cenizas, que ha puesto en su frente corona sobre corona, llegando al cabo a verse investida de toda la grandeza de la historia patria.

Pedro Antonio de Alarcón. Viajes por España (Primer viaje a Toledo). 1883
















































Penetrando en la Edad Media

La mejor forma de ver Toledo es olvidarse de las direcciones y de los planos de la ciudad y seguir cualquier calle que le estimule a uno. Eso es lo que hicimos y, quizá porque nos sentíamos un poco cansados, pronto nos dimos cuenta de que estábamos caminando colina abajo. Mientras descendíamos, las casas iban haciéndose más viejas, sus habitantes más pobres, las calles más estrechas y retorcidas, el olor a aceite de fritura más rancio y las costillas de los perros callejeros más pronunciadas. Estábamos penetrando en la Edad Media y, cuando miramos hacia arriba, pudimos ver como las torres de un castillo arturiano, la rocosa cresta del lado opuesto de la garganta del río, y cada vez que la veíamos estaba más cerca y más alta con respecto a nosotros.
Gerald Brenan. La faz de España (1949)





Una ciudad de cristal

Veíase la ciudad destacarse lentamente sobre la colina en el azul puro del cielo, con sus torres, sus campanarios, sus cúpulas, sus largos y blancos lienzos de pared de los conventos llenos de celosías, sus tejados rojizos, todo calcinado, dorado por el sol de los siglos y de los silos, parecía una ciudad de cristal en aquella atmósfera tan limpia y pura (...)
El sol ascendía en el cielo; las ventanas de las casas parecían llenarse de llamas. Toledo se destacó en el cielo lleno de nubes incendiadas... las colinas amarillearon y se doraron, las lápidas del antiguo camposanto lanzaron destellos al sol.

Pío Baroja. Camino de perfección. 1902