Atravesamos algunos de los poéticos cigarrales que cercan a
la imperial ciudad prestándola una alfombra de deslumbrante verdor, amenísimos
sitios donde se recreaban y escribían algunos de nuestros más distinguidos
literatos antiguos, y nos aventuramos por la margen encantada y florida del
Tajo, que se desliza tranquilo y majestuoso por aquel punto, fecundando con sus
aguas frondosos huertos y extendidos valles, y sirviendo de motor a las
máquinas de la tan renombrada fábrica de armas.
¡Cuánto partido podía sacarse en Toledo de este hermoso
caudal de aguas que corre besando los muros de la ciudad, sirviendo ahora sólo
para el riego y moviendo cuatro molinos microscópicos!