Las
murallas de Toledo son de un efecto maravilloso; las asperezas del terreno y
los edificios se complementan felizmente, hasta el punto de que muchas veces
resulta difícil decir dónde termina la roca y dónde comienza la muralla. En ella
hay una fusión de civilizaciones; tal lienzo de muro es romano; una torre es
gótica y otras almenas son árabes. Toda la parte que va desde la Puerta del
Cambrón a la de Bisagra, donde parece ser que desembocaba la calzada romana,
fue construida por el rey Wamba. Cada una de las piedras tiene su historia y
para narrarlas todas serían necesarios muchos volúmenes. Lo que sí afirmamos es
que Toledo ofrece un aspecto noble, sentado en un trono de roca, rodeado de
torres y de iglesias. No se puede imaginar un perfil más firme y más austero,
ni donde se conserve con más fidelidad el troquel de la Edad Media, ni donde se
observe mayor riqueza de color. Más de una hora, permanecí en la contemplación
de este panorama, tratando de saciar mis ojos, y de grabar en el fondo de mi
memoria la silueta de aquella perspectiva.
No se puede describir
No cabe duda de que jamás podré decir cómo es esto de aquí, querida amiga (esto se reserva al lenguaje de los ángeles, con el que intentan comunicarse con los humanos), pero cuando le digo que esto sea así, que en realidad existe, ha de creerme, cueste lo que cueste. No se puede describir a nadie. Aquí no existe el azar: todo responde plenamente a una ley. Esta extraordinaria presencia tiene todo el carácter sideral de los astros cuya proyección hacia afuera y cuya posición en el espacio es tal, que ahora comprendo la leyenda según la cual Dios, el cuarto día de la creación tomó en sus manos el sol y lo puso justo encima de Toledo. Ya he recorrido los diferentes lugares y me he empapado el alma con todo ello para retenerlo para siempre: los puentes, los dos puentes, este río y sobre él esta extensión abierta del paisaje abarcable a la mirada, que no es definitivo ni acabado, que aún está elaborándose. [...] Me duele no hallar el tono exacto para describir todo lo que he visto. Aquí, por primera vez, he imaginado que sería posible recorrer diariamente la ciudad para cuidar a los enfermos; atravesando esta ciudad todos los días, uno podría insinuarse en cualquier esquina y esfumarse en lo angosto de una callejuela. No hay forma de asomarse al "exterior": todo está intensamente marcado por los límites que lo deslindan de lo de "fuera"...
Rainer María Rilke. Cartas del vivir
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