Vieja muralla guerrera

La vieja muralla guerrera destruida cien veces y otras tantas resurgidas en esas épocas de conquistas, ahora doblegándose al peso de su destino en lenta, pero definitiva agonía. Ya no será rejuvenecida o reconstruida como lo fue antaño.
Los puentes de Alcántara y de San Martín dejan ver su erguido porte y solidez de sus pórticos medievales, coronados por maciza torre y mostrando las hojas de sus puertas remachadas con planchas de acero.
Y luego detallo otros recintos murados, otros bastiones enormes, construcciones de estilo mudéjar, edificios con torres moriscas, puertas con torreones de aspilleras y con almenas en la coronación superior, y por sobre todo esto la ciudadela de roca del Alcázar enorme y siniestra con sus cimientos seculares.

Aquiles Vergara. Banderillas y panderetas: impresiones de viajes por España y Portugal (1921)

   










 


 

En la catedral

En cuanto hube repostado en el hotel me eché a la calle, y como la curiosidad me llamaba hacia la Catedral famosa, en la Catedral entré, y después de haber visitado la de Sevilla y la de Burgos, voy a confesar —perdón por mi atrevimiento— que esta de Toledo no me produjo tanto efecto admirativo como la de la última ciudad citada. Es magnífica, soberbia, pero su robusta construcción le da cierta pesadez de que carecen las catedrales góticas que yo he visto. Hay en ella arquitectónica para todos los gustos: lo que resta del siglo XIII, la capilla de San Ildefonso del siglo XIV, la del Condestable (¡aquel D. Alvaro de Luna que murió en el cadalso y en la Catedral tiene enterramiento regio!) del siglo XV, el sepulcro del cardenal Mendoza, otra capilla plateresca, el transparente barroco, y luego una serie de capillas, cúpulas y techos de los siglos XII al XVI, impregnado todo de un estilo mezcla del arte cristiano y del árabe o morisco, todo digno de minucioso examen que al recorrerlo, como yo lo recorrí, semeja una cinta cinematográfica. Pero mi deseo era recibir la impresión instantánea, y ver si ésta correspondía a mis lecturas acerca de Toledo, y en este solo aspecto digo que Toledo me satisfizo por completo y no hallé desmedida la ponderación que me hicieron de su Catedral.

Joaquín D. Rikard. Correrías por España: fragmentos de las impresiones de un hispanófilo. (1922)









 

Poco antes de medianoche

Regresé a la fonda poco antes de medianoche; era luna nueva y como en las noches de luna (aunque en aquellas callejuelas no penetre la luz del astro de plata) Toledo no está iluminada, tuve que caminar poco menos que a tientas como un ladrón, con la cabeza llena de fantásticas baladas, en las que vienen descritas las calles de Toledo, recorridas durante la noche por caballeros embozados en sus capas, que cantan bajo las ventanas de sus damas, se baten, se matan, suben a los palacios y raptan a las jovencitas... Me imaginaba que tenía que oir sonidos de guitarras, ruidos de espadas y gritos de moribundos. Nada de esto: las calles estaban desiertas y silenciosas, las ventans oscuras; apenas se oía, de vez en cuando, en las esquinas y en los cruces, algún que otro ligero rumor o fugitivo susurro del que no se podría asegurar de dónde provenía. Llegué a la fonda sin haber raptado a ninguna toledana, hecho un tanto decepcionante, pero también sin acabar con algún agujero en el vientre, lo que sin lugar a dudas tenía algo de consolador.

Edmundo de Amicis. España. Diario de viaje de un turista escritor (1872)

 






 

En el Cristo de la Luz

Aunque en el relato de los sucesos que han contribuido a hacer famosa la ermita del Cristo de la Luz, omitiésemos toda la parte tradicional, que por no hallarse suficientemente autorizada podría parecer ajena de la gravedad y la pureza de la historia, no por eso negaremos un lugar en nuestro artículo a las creencias populares que la tradición repite de boca en boca y que la sencilla fe siente y cree. Antes al contrario; nosotros pensamos que la tradición es al edificio lo que el perfume a la flor, lo que el espíritu al cuerpo, una parte inmaterial que se desprende de él, y que dando nombre y carácter a sus muros les presta encanto y poesía.

Gustavo Adolfo Bécquer. Historia de los templos de España. (1857)  



Entretanto la mezquita, solitaria en un lugar abandonado, cuenta los siglos. Sus nueve cúpulas se apoyan en un rango de herraduras. Sostenido por esos arcos generalmente simples, más bellos a mi parecer que las combinaciones sabiamente atormentadas del arte gótico, el monumento árabe parece hecho de aire y de sol.
 Valerie de Gasparin. A través de las Españas  (1869) 




Los árabes mostraron allí los primeros indicios de su originalidad; pero también se echa de ver que no han olvidado las impresiones que trajeron de Oriente. De la ornamentación no queda nada. El yeso nivelador se ha encargado de tapar las profanidades muslímicas, cuya brillantez volupsuosa ofendía tal vez la recatada severidad de nuestro culto; pero conociendo el famoso mihrab de Córdoba, nos es fácil suponer lo que podía ser aquello ornado con grecas y resaltos de oro y azul, con mosaicos orientales, y tal vez con jaspesa romanos, hermanos de las cuatro columnas que sostienen la fábrica.
¡Qué bello debía ser aquel pequeño recinto, dividido en nueve espacios por arcos y ventanas, que transmitían la luz descompuesta y templada por la viveza y la variedad de tan vistosos ornamentos!

Benito Pérez Galdós. La ciudad de Toledo. Publicado en Revista de España (1870)


No me siento capaz de describir todas las "notabilia" de Toledo, pero debo recordar aquella maravillosa pequeña mezquita, ahora oratorio de San Cristo de la Luz, bajo la colina del Alcázar, un lugar no más grande que una casa de muñecas, con cuatro columnas circulares de las que nacen dieciséis arcos de herradura de hondos perfiles, blancos como la nieve, formando ellos mismos el techo en cinco medias cúpulas.
Frances Elliot. Diario de una mujer en España (1884) 



El Cristo de la Luz es una obra delicada. El contraste de los temas germánicos, árabes y bizantinos le convierten en un canto aflautado que huye indeciso de la rígida música de la ciudad castellana.

Waldo Frank. España Virgen (1926)