Poco antes de medianoche

Regresé a la fonda poco antes de medianoche; era luna nueva y como en las noches de luna (aunque en aquellas callejuelas no penetre la luz del astro de plata) Toledo no está iluminada, tuve que caminar poco menos que a tientas como un ladrón, con la cabeza llena de fantásticas baladas, en las que vienen descritas las calles de Toledo, recorridas durante la noche por caballeros embozados en sus capas, que cantan bajo las ventanas de sus damas, se baten, se matan, suben a los palacios y raptan a las jovencitas... Me imaginaba que tenía que oir sonidos de guitarras, ruidos de espadas y gritos de moribundos. Nada de esto: las calles estaban desiertas y silenciosas, las ventans oscuras; apenas se oía, de vez en cuando, en las esquinas y en los cruces, algún que otro ligero rumor o fugitivo susurro del que no se podría asegurar de dónde provenía. Llegué a la fonda sin haber raptado a ninguna toledana, hecho un tanto decepcionante, pero también sin acabar con algún agujero en el vientre, lo que sin lugar a dudas tenía algo de consolador.

Edmundo de Amicis. España. Diario de viaje de un turista escritor (1872)

 






 

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