Libres del tiempo

Dédalo de frías callejas, con muros encalados y patios sonoros. Aquí y allá, un convento cerrado, una antigua capilla sin culto, una imagen de la Virgen en nicho con lucecita, un Cristo, un viejo palacio cuya piedra se deshace, un balcón cincelado y, en él, mujeres asomadas... Gracias a Dios, no existe ahora nada extraño por estas calles toledanas: libres del tiempo, prendidos por el gozo, el deleite es perfecto (...)
Descúbrese Toledo sobre su trágico peñasco, cuyos flancos se desploman en el agua del río. El sol los golpea con dureza, arrancando limpios destellos de acero. Toda esta masa rota, contraída, atormentada, aparece dominada por el alcázar. Y, en el centro, la catedral, con su peso macizo, imprime a la cima una presión de hundimiento.

Francis Carco. Printemps d'Espagne (1929)






 






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