Desmesurada altura

Al subir al Zocodover por el camino que la municipalidad ha abierto con un supremo esfuerzo para unir a Toledo con el resto del mundo, se puede observar la desmesurada altura que ocupa la ciudad sobre el nivel del Tajo.
Es preciso subir otra cuesta para poder contemplar toda entera aquella gran masa de piedra, colocada más alta que la ciudad, para dominarlo todo y verlo todo. Los techos de las casas están más bajos que sus cimientos enclavados en las entrañas de la roca; de su explanada se descubre un paisaje inmenso, limitado por el más amplio horizonte.

Benito Pérez Galdós. Las generaciones artísticas en la ciudad de Toledo (1870)











Santo Domingo el Real

Y sólo en las altas horas de la noche, cuando todo es solemnidad, devoción y calma, algún espíritu soñador, desarraigado de su siglo, se asentará bajo el divino porche de Santo Domingo el Real, a sentir las palpitaciones gloriosas de las piedras estáticas y a escuchar de cerca el lejano rumor de la maitinada monjil que anuncia el alba y que llega hasta nosotros envuelta en un perfume cristalino y humilde, en unas tocas blancas y originales que saben sonreir al que, como ellas, sabe renunciar y aislarse.

Marciano Zurita. Guía de Toledo (1926)







Tibios albores

Limpiemos ahora a Toledo de aquellas capas sobrepuestas que ocultan las primitivas: despojémosla del rico ropaje de alcázares y palacios, templos y basílicas, hospitales y seminarios, con que se ha adornado paulatinamente: coloquemos en el lugar de los edificios actuales, simples cabañas o guaridas como de fieras, abiertas en los antros mismos de las rocas: volvamos a observarla desde las llanuras de la Vega, o sobre la ancha y elevada cordillera que la cerca, rodeada casi del Tajo, como ya antes la hemos visto, por una angosta entrada ofreciendo difícil acceso hasta la cumbre: hagamos todo esto, y retrocediendo con la imaginación a los tiempos de las rudas batallas y de los sitios obstinados, en que los combatientes luchaban entre sí brazo a brazo, sin la superioridad que dan las armas de fuego, encontraremos el pueblo celta, virgen y selvático, vigoroso y sencillo como sus costumbres, esperando los tibios albores de una era nueva, que le arrastre a la vida activa y arriesgada de otras razas más atrevidas y codiciosas.

Antonio Martín Gamero. Historia de Toledo (1862)